"Quiero morir un domingo y con el Corinthians campeón"
Sócrates, respondiendo en 1983 a la pregunta ¿Cómo le gustaría morir?
Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira, nació en Belém, en 1954. Don Raimundo, su padre, amante de la filosofía, les puso nombres de pensadores a sus tres primeros hijos: Sócrates, Sófocles y Sóstenes. Cuando era un joven universitario, su padre le tenía prohibido jugar al fútbol porque no quería que se despistara de sus estudios de medicina. Sócrates, incapaz de resistirse a la llamada de la pelota, jugaba a escondidas. Así, una tarde que Don Raimundo fue a ver a Botafogo se encontró con una inesperada sorpresa: en el once inicial del Fogão estaba su propio hijo. Pero Sócrates no decepcionó a su padre y se doctoró en Medicina, de ahí su apodo: El Doctor. Y más aún: un tiempo después honró el cuarto mandamiento y se licenció en Filosofía.
En 1978 fichó por el club de sus amores, el Corinthians. Con sus 192 centímetros de altura apoyados en dos pies enanos, de la talla 37, su fútbol pausado e inteligente dio un salto de calidad que le convirtió en el jefe del Timão y le llevó a la Seleção. Y a medida que crecía como jugador, se fue agigantando su figura como referente social.
La dictadura militar instaurada en Brasil encontró en Sócrates y sus compañeros del Corinthians un núcleo de resistencia ciudadana. Bajo el auspicio ideológico de Adílson Alves Monteiro y con la fuerza mediática de Sócrates, Wladimir y Casagrande se creó la llamada Democracia Corinthiana, un movimiento social que retó a la dictadura promoviendo debates de carácter social y que se erigió como ejemplo: en el Corinthians toda decisión pasó a ser tomada por consenso.
Ante la presión social, los militares accedieron a celebrar unas elecciones en 1982. Unos días antes de los comicios, Sócrates salió al campo con una camiseta que, sobre el dorsal, rezaba: Día 15 Vote. Lejos de distraerse con su labor de empujar a las masas a abrazar la democracia, Sócrates llevó al Corinthians a la final del Paulista. El Doctor saltó al césped con una bandera que contenía un mensaje al mundo: Ganar o perder, pero siempre con democracia. Juega un partidazo, marca un gol yCorinthians Campeão. (Con el paso del tiempo los jugadores del Timão adoptaron la costumbre de saltar al campo con camisetas con eslóganes del tipo Democracia ya o Quiero votar para Presidente; Sócrates, además, convirtió en famosas sus cintas en el pelo con mensajes como Amor, no terror,Comida para Etiopía o No al Apartheid.)
Unos meses más tarde llegó el Mundial de España. Yo nunca vi jugar a Sócrates en directo, pero han sido tantas las veces que mi padre me ha hablado de aquel equipazo brasileño del 82 que es como si hubiera estado un poco allí —internet también ayuda—. Sócrates capitaneó a una Canarinha que con Zico, Junior, Eder, Falcao… jugaba un fútbol maravilloso. Eran los mejores, a nadie le cabía duda. Pero en su sendero a la gloria se encontró con la Italia de Paolo Rossi y aunque Sócrates logró meterle un gol a Zoff, Rossi ejecutó los sueños brasileiros con un histórico hat-trick. Al final del encuentro un valiente reportero se atrevió a soltarle al Doctor: ¿Qué se siente después de haber perdido siendo tan bueno y tan favorito? Sócrates respondió: ¿Perdimos? Mala suerte… y peor para el fútbol…Aquella Brasil no ganó el Mundial, pero todos la recuerdan y muchas la consideran el mejor equipo que han visto en su vida.
Dos años más tarde, en 1984, cruzó el charco para jugar en Europa. Se fue a la Fiorentina. Inadaptación y saudade. Un año después estaba haciendo las maletas de vuelta a casa. En 1986, con 32 años, encabezó el combinado nacional que viajó a México para sacarse la espina del 82 y volver a llevar a casa un copa que no ganaban desde 1970. En esta ocasión quién se cruzó en su camino fuela Francia de Michel Platini. El partido acabó llegando a la tanda de penaltis. Sócrates tiró el primero y, como le ha pasado a tantos y tantos números uno en la Historia del fútbol, falló. También lo hizo Platini, pero Francia acabó ganando y dejó a Sócrates sin un título que merecía más que nadie.
Como reconoció años después, Sócrates comenzó su triste historia con el alcohol cuando aún era jugador del Corinthians. Con la presión de ser un referente como jugador y un símbolo de la lucha prodemocrática, empezó a buscar algo en las botellas. Su alcoholismo le fue matando poco a poco. En 1983, en una entrevista para una revista, le preguntaron cómo le gustaría morir. Las palabras que pronunció como respuesta encabezan este texto: Quero morrer em um Domingo e com o Corinthians Campeão.
En la madrugada del sábado pasado, a las 4:30, Sócrates murió en el hospital Albert Einstein de Sao Paulo a los 57 años. Ya era domingo. Unas horas después el Corinthians, su Timão, se jugó el título del Brasileirão en el mejor escenario posible: todo un Derby Paulista contra el Palmeiras. Antes de comenzar el encuentro, los jugadores de ambas escuadras formaron un círculo alrededor del centro del campo y, con Liedson a la cabeza, los del Timão elevaron el puño al cielo, como siempre hacíaEl Doctor al saltar el campo y al meter un gol. Las 50.000 almas que colmaban la grada imitaron el gesto y elevaron un grito, casi una plegaria: Èh Sócrates! Èh Sócrates! Èh Sócrates!. 0-0 al final del partido y, como había deseado Sócrates: ¡Corinthians Campeão!
Don Raimundo tuvo un cuarto hijo. Pero su señora ya estaba harta de los filosóficos nombres que le gustaban a su marido y le impidió seguir con la costumbre. Entonces el cuarto hijo recibió el nombre de su progenitor, Raimundo. Con el tiempo acabó siendo conocido como Raí y en los años 90 ganó todo lo que no logró su hermano mayor: dos Libertadores y una Intercontinental con el São Paulo, un Mundial, el del 94, con A Canarinha y hasta triunfó en Europa levantando una Recopa con el PSG. Su hermano mayor, Sócrates, fue mucho más jugador que lo que sus títulos dicen. Y, por encima de todo, fue mucho más que un jugador de fútbol.
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