
Encontró acomodo en tercera división, donde debutó con 19 años en el Racing Lermeño para después vestir la camiseta de Río Vena y Arandina antes de fichar por el Mirandés en 2005, con el que consiguió el ascenso a la categoría de bronce en 2009. Sólo un año después estuvo a punto de llegar a segunda, pero el Guadalajara se cruzó en los play off de ascenso. Hoy, con 31 años, es el máximo goleador de la Copa toda vez que se calza las botas y no tiene que trabajar en el banco para ganarse el sustento, pues, diplomado en Empresariales, el sueldo de la segunda B no le da para vivir.
Por aquel entonces, el Burgos de su tierra natal era un equipo que había pasado, a principios de la década de los noventa, algunas temporadas en primera con jugadores que quizá os suenen como el guardameta Elduayen, Olaizola (lateral derecho del Mallorca de Cúper), Loren (allí delantero y central en la Real Sociedad) o Tendillo, que había jugado en el Madrid. Sin embargo, el descenso a segunda trajo consigo una grave crisis económica agudizada con la obligada conversión a SAD, lo que provocó la desaparición del club así como sus categorías inferiores, donde militaba Pablo Infante.
Cualquier cosa que se pueda decir sobre lo que habría sido del hábil extremo zurdo del Mirandés, de no haber desaparecido el Real Burgos, entra en el terreno de la hipótesis como no podría ser de otra manera, pero él mismo ha afirmado que fue uno de tantos jóvenes futbolistas afectados por la desaparición del club burgalés. De formar parte de la cantera de un equipo que había militado en primera y en segunda división pasó a buscarse la vida en tercera sin haber debutado como profesional. Quizá su suerte habría sido distinta de no haber tenido tan fatal destino el Burgos y haber debutado en la categoría de plata o incluso en primera división, donde su fútbol habría sido contemplado por todos.
En cambio, los campos de tercera lo arrastraron al anonimato, y es evidente que el juego de un futbolista no evoluciona de la misma manera en primera o segunda que en tercera división. No hablo de que podría haber sido una estrella en el Madrid o en el Barcelona, pero sí un futbolista con una labrada trayectoria en el fútbol profesional. La gesta copera del Mirandés lo ha instalado en el primer plano nacional con 31 años, cuando ha podido por fin demostrar que sus botas tienen fútbol. Incluso se oyeron voces en El Sardinero, donde ayer brilló por encima de todos, que demandaban su fichaje por el club verdiblanco: que lo fichen.
No sólo la valía y el talento aseguran un sitio en el fútbol profesional: la suerte de no lesionarse, tener los pies en el suelo y estar en el sitio correcto en el momento adecuado cuentan y mucho a la hora de ganarse un sitio entre los privilegiados. No serán pocos los futbolistas con grandes condiciones que se han perdido en los campos de segunda b, tercera o regional por no haber tenido la suerte necesaria de llegar. Quizá Pablo Infante sea uno de ellos, sin embargo, ahora le ha llegado el momento en el que puede sonreír con el fútbol de primer nivel.
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